Sin cultura hasta octubre

Por Nino Díaz

Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo, nuestros representantes políticos nos dejan boquiabiertos, prohibiendo la cultura hasta octubre. Este hecho nos coloca en la vanguardia mundial del disparate. Lanzarote es el único lugar de Europa que prohíbe la cultura sin que sea por motivos estrictamente sanitarios.

Hace casi un mes, y no sin dificultades, se ha ido reiniciando la actividad cultural en todos los países de la Unión Europea, incluida España y el resto de islas canarias. Los teatros, las bibliotecas, los auditorios, las galerías de arte, los cines… Todo está abierto, adaptándose a la nueva situación, y en muchos casos reinventándose. Parece ser que “Lanzarote is different”, y no necesita la cultura para nada. Tal vez sea la última fase para convertir Lanzarote en el primer territorio acultural del mundo. Todo esto sorprende, aún más, en una isla que ha vivido los últimos 50 años agarrada con uñas y dientes al gran artista Cesar Manrique.

No seré yo quien ponga en duda el valor artístico y estratégico de Manrique, artista al que admiro, no solo por su faceta creativa, sino también como activista sin pelos en la lengua. Fue un pilar fundamental en la transformación de Lanzarote, pero, después de Manrique, también hay vida.

La cultura pública en Lanzarote lleva décadas bajo mínimos y, en muchos casos, mostrando un deterioro constante más que preocupante. Creo que el problema parte de la confusión de nuestros políticos, que no diferencian lo que es cultura de otros aspectos como las fiestas, el deporte o el ocio.

Los presupuestos públicos para la cultura en Lanzarote son marginales, y en algunos casos no llega ni al 0,4% del presupuesto total. Este hecho merma cualquier desarrollo estratégico de la cultura en la isla, y la acción cultural pública se limita a gastar los presupuestos en programaciones de eventos que no responden a política cultural alguna, y que, en ningún caso, atienden a la diversidad y la pluralidad multicultural de la población insular (con habitantes de 136 nacionalidades distintas).

Visto esto, queda claro que las administraciones públicas lanzaroteñas no están atendiendo a ninguno de los objetivos que debería tener la intervención pública en la cultura. Según la UNESCO, las instituciones públicas tienen que promover y patrocinar la producción de bienes y servicios culturales, sin ser su rector ni guía.

El sector cultural en Lanzarote está en peligro de extinción, y, si no fuera por el tesón de unos pocos, ya hubiera desaparecido. La única salida para los artista y creadores locales es el aeropuerto, y los temerarios que deciden quedarse sobreviven a duras penas. Las empresas culturales y creativas, casi inexistentes, se limitan a unas pocas microempresas que, en algunos casos, sobreviven con contratos con las administraciones.

Con el tercer sector (asociaciones culturales y fundaciones), más de lo mismo. De las más de 600 asociaciones culturales lanzaroteñas que se inscribieron en el registro de asociaciones del Gobierno de Canarias, solo sobreviven apenas una veintena, y frente a las más de 100 fundaciones culturales que hay operando en Gran Canaria, en Lanzarote solo hay tres.

Todo esto pone en evidencia la apropiación y, al mismo tiempo, la falta de sensibilidad de las administraciones hacia la cultura, que, sin ninguna duda, es la medicina de amplio espectro más importante que existe en las sociedades modernas: crea individuos libres, cohesiona la sociedad, educa y, además, genera riqueza y prestigio internacional. ¿Qué más se puede pedir?

Todo este abandono cultural enquistado desde hace décadas nos ha llevado también a un gran déficit de infraestructuras culturales, colocándonos a la cola de Canarias, y muy lejos de los cánones de una sociedad moderna. Faltan muchas infraestructuras, como, por ejemplo, un gran auditorio en Arrecife (y no hablo de un palacio de congresos, que no es lo mismo), y gran parte de las infraestructuras culturales existentes son deficientes o están abandonadas.

Lanzarote, es el único sitio que invierte hasta cinco veces más en deporte que en cultura, hecho inaudito en una sociedad moderna. El deporte, que sin duda aporta muchos beneficios personales y sociales, nada tiene que ver con la cultura, y se mueve en el ámbito del ocio. Alemania, que es una potencia deportiva mundial, gasta menos de la mitad en deporte (el 48%) que en cultura (10.400 millones de Euros en 2019).

En definitiva: la cultura, y por lo tanto Lanzarote, van a la deriva y haciendo agua. Es necesario implementar medidas urgentes a largo plazo para que podamos salir de esta. Desde mi punto de vista y el de varios expertos e informes consultados (alguno propiedad del Cabildo desde hace más de diez años) la solución pasa por:

1.Definir políticas culturales concretas, con unos objetivos estratégicos claros y realistas , que potencien la transversalidad de la cultura, dando un especial protagonismo a la integración y cohesión social, y respetando e integrando la diversidad y la multiculturalidad.

2.Hay que duplicar o triplicar los presupuestos de cultura, creando al menos tres lineas de subvenciones: Una para artistas y creadores, otra para empresas culturales y creativas y, por último, otra para asociaciones y fundaciones. En ningún caso estás ayudas tienen que estar vinculadas a la creación de eventos, sino a la acción cultural transformadora de la sociedad.

3.Sería necesario crear una empresa pública (con forma jurídica de Fundación preferiblemente), liderada por el Cabildo y co-titulada por los siete Ayuntamientos de la isla, para gestionar de manera profesional e independiente la programación, las subvenciones y las infraestructuras culturales de toda la isla.

Sin posibilidades de acceso y disfrute de los bienes culturales, y sin opinión pública libre e independiente, la democracia termina siendo una imposibilidad absoluta.

Nino Díaz es músico y gestor cultural.

Publicado originalmente en maresiablog.com