La saudade de Sara Correia hizo temblar los cimientos de El Almacén
Con esa seguridad que da tener décadas de experiencia encima del escenario, Sara Correia tomó El Almacén como lo hacen los ciclones cuando alcanzan la costa sabiendo que su cometido es no dejar nada a su paso. Sin embargo, la fadista tan solo tiene 25 años, algo que hace que presenciar su espectáculo sea aún más impactante.
De voz imponente, Correia se subió al escenario queriendo dejar, como ella misma dijo, todo su pasión. Vaciarse encima de esas tablas negras enfrente de los 117 espectadores que llenaron la sala sin dejar tan solo una butaca libre.
Saudade es una palabra portuguesa (y también gallega) de muy difícil definición en nuestro idioma. Una especie de melancolía de la distancia, algo así como una nostalgia de futuro, un intento de resolver la separación, una gana de volver por un tiempo al hogar. Todo eso es el fado y Sara Correia fue capaz de trasladar al público asistente todos esos sentimientos que se encajan como muñecas rusas dentro de palabra tan bella.
La voz de Correia jugaba con las melodías de la característica guitarra portuguesa interpretada magistralmente por el músico Angelo Freire. Sonidos que podían recordar a parientes lejanos del folklore canario. O zíngaro. O judío. O a todos juntos. El bajo de Diogo Clemente hacía de magnífico cohesionador de todo el conjunto.
Empezó a cantar a los 9 años. Ahora con 25 ya transporta la tradición lusa fuera de las fronteras de su país y tiene todo para convertirse en un icono del fado.