Antonio Daniel García Orellana: “Los autores tenemos que reaccionar a los problemas sociales a través de la escritura”
La Fundación CajaCanarias anunció a finales del mes pasado que el vencedor de la XXXIV edición del Premio Benito Pérez Armas, el galardón literario en el apartado de novela más prestigioso y longevo de Canarias, recaía en el autor sevillano y residente en Lanzarote, Antonio Daniel García Orellana por su novela ‘Pestañas fucsias’. La obtención del premio lleva aparejada una dotación económica de 12.000 euros, así como la publicación de la obra. García Orellana, autor de otras obras como ‘Ícaro’, espera que la publicación de su nueva novela tenga lugar el próximo febrero.
¿Por qué ese título? ¿Pretende desviar la atención del lector?
El título fue mi gran quebradero de cabeza con esta novela, pero ella misma me lo pidió. ‘Pestañas fucsias’ es el nick del narrador de la obra. Todos los personajes van a tener el suyo porque todo ocurre alrededor de una página web. Cuando he preguntado a algunas personas qué le sugiere el título algunos lo han arrastrado al mundo del transformismo, otros al mundo de la máscara, la cosmética, el consumo… Y otro hacia las pestañas informáticas. Pues hay un poco de todo eso en esta novela así que creo que el título fue un acierto.
Entonces, ¿cómo resumirías la obra?
Haciendo uso de una web clandestina, los usuarios cuidan a una niña a través de las manos de su secuestrador. A través de estos usuarios se crítica a la sociedad actual en toda la novela.
El jurado del premio definió la novela como una “obra con gran originalidad de la fábula, con las palabras justas y a través de una critica esencial a la sociedad de consumo sin tener que adentrarse en lugares comunes”. ¿Qué te parece?
Para precisar en el tiempo la novela, hay que utilizar un léxico concreto que es donde creo que todo estos personajes han creado su lugar en la sociedad urbana. Los personajes son referentes reales, desgraciadamente.
El jurado también habla de la crítica al capitalismo que hace la obra.
O vas por la acera de los sedados, o vas por la acera de los que tiene despierta la neurona crítica. Los escritores y dramaturgos deben reaccionar a todos los problemas sociales. Es imposible que lleguen pateras y no reacciones a eso, por ejemplo. Los autores tenemos que reaccionar a estos problemas a través de obras de teatro, novelas o relatos. En este caso es el abuso, el sensacionalismo, la telebasura… Mucho de esto encierra esta novela, por esto esa crítica a la sociedad de consumo exagerado.
Se desecha a gente válida en la sociedad, algo que también se toca en la novela.
Todo tiene que ver con esa sedación, se mantiene dormido al público. Yo lo llamo desacralización del arte. Hoy parece que todo vale. No hay selección crítica de la argumentación de las fuentes, un bloguero se pone a la altura de un premio Nobel, hoy todo el mundo es actor, escritor o pintor porque escupas sobre un lienzo lo primero que se te ocurra.
¿Se está perdiendo el análisis en los medios de comunicación?
La emisión de noticias o la edición de una novela se agarra a unos códigos con importante presencia de morbo, tensión dramática o conflicto. Lo que se está haciendo es reclutar audiencia alienando los valores principales de la comunicación como son el fomento de la libertad y la democracia.
¿Qué problema le encuentras a la oferta cultural de Lanzarote?
Es un secreto a voces que esta isla practica el amiguismo. Está sucediendo que la cultura de la isla se pone en manos de gente no cualificada por lo que no nos puede sorprender el fracaso educacional.
Antes de novelista, has sido escritor de obras de teatro, ¿fue ‘Pestañas fucsias’ también concebida como una obra para ser representada?
Mi labor es la de autor. Aunque mis inicios fueron con la poesía, que arrastré al teatro que tiene esa parte transmediática que lleva a la narrativa. Me gusta tocar todos los campos. El teatro es mi pasión, soy un híbrido entre quién estudió arte dramático y filología hispánica, entonces la parte teórica y la parte vivencial de las tablas se unen en algún punto generando mi propia óptica.
¿Qué consideración tienes de la poesía que se hace actualmente?
Hay mucho versificador y poco poeta. Internet le da cabida a todo el mundo, por eso uno se ve con el derecho de usurpar profesiones. Pero entiendo que todo debe tener su espacio.
¿Ese espacio no es “usurpado” al resto de poesía?
Ya llegará la crítica a ponerle nombre, ya sea alta, baja o pseudo poesía. Nada es más ni menos que nadie. Esto es otro tipo de poesía. Hay poesía destinada a lectores que exigen y otra a lectores que exigen menos porque hay poetas que no les llegan. La sociedad tiene un afán de uniformidad y eso conlleva un daño como por ejemplo que nuestra mejor dramaturga, Angelica Liddell, teniendo todos los premios europeos y haciéndose tesis sobre ella, se hizo francesa porque era insoportable el desprecio que tenían sus obras que no se programaban en ningún teatro español. Como este caso, muchos más.
¿Puede darse el caso de escritores que tengan que bajar un peldaño para poder vivir de escribir?
Valoro a ese escritor que es capaz de camaleonizarse a lo que hoy se pide por el lector de hoy. No se puede escribir para el lector de hace 80 años, ni ser escritores que digan que el lector tiene que entender lo que escriben sí o sí o si no que busquen en el diccionario. Ni una cosa ni la otra. ‘Pestañas fucsias’ es arriesgada: está escrita en segunda persona y en presente. A mí me gusta una obra que me detenga en cada frase y me reescriba. Pero cuando escribes hay que dar dosis de rapidez y detenimiento.
El jurado también hablaba de las “palabras justas” utilizadas en la novela.
Aquí nos encontramos con lo que se llama el decoro, que es el rango de palabras de cada personaje. Se refiere a la concreto, a la expresión específica que describo de las situaciones, de los personajes, de los diálogos. No habla igual una prostituta que un concejal de Cultura. Al menos no deben. hay que ajustar las palabras a la historia que se va a contar. En ‘Pestañas fucsias’ está todo absolutamente medido, muy pensado todo porque han sido siete años escribiendo esta novela y cada palabra tiene su sentido. Es mi puzzle personal.