El arte que no se exporta: Lanzarote en el Día Mundial del Arte

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Hay cuadros que nunca saldrán de una casa de Tahíche. Y canciones que tampoco cruzarán las fronteras de la isla. No porque no lo merezcan. No porque no puedan. Sino porque ya pertenecen al lugar donde nacieron. En Lanzarote, el arte no siempre se exporta: a menudo se queda, se integra, se entierra en la piedra volcánica como una semilla. Y desde ahí germina otra forma de mirar el mundo.

En el Día Mundial del Arte, mientras otros lugares celebran con museos y grandes nombres, aquí basta con abrir una puerta, bajar una escalera engarzada de lava o escuchar cómo el viento hace vibrar una cuerda en manos de cualquier timplista. El arte de esta isla no siempre busca vitrina: a veces solo prefiere el eco del paisaje antes que el aplauso.

César Manrique entendió esto como nadie. Su vida fue una lucha —a veces silenciosa, a veces furiosa— por hacer de Lanzarote una obra en sí misma. No solo creó, sino que enseñó a mirar. Donde otros veían erial, él veía forma, línea, equilibrio. No se fue a París. De Nueva York volvió e hizo que el arte, aquí, se confundiera con la tierra, con la luz, con el aire.

Pero Manrique no fue el único. Pancho Lasso, el escultor que introdujo la modernidad en Canarias, supo encontrar en lo austero un estilo propio. Su obra, ligada a la enseñanza y al trabajo paciente, puso las bases de una sensibilidad isleña que no ha dejado de crecer.

Ildefonso Aguilar ha llevado ese paisaje al límite de lo sensorial. Su pintura —y su música— no se entienden sin la memoria volcánica del territorio. Rufina Santana, desde otro ángulo, ha explorado lo simbólico, lo intuitivo, lo espiritual. Juan Gopar ha trabajado el lenguaje con una precisión casi arqueológica, excavando en la palabra como se excava en una ladera de jable. Y Toñín Corujo ha afinado una voz propia para el timple, llevando su sonido más allá de la tradición sin romper jamás su vínculo con la isla.

Estos nombres no lucharon por permanecer en listas de artistas: su presente es aquí. Algunos han viajado, sí. Algunos han expuesto fuera, sí. Pero sus obras, su energía, su raíz, están profundamente ligadas a Lanzarote. No se trata de una isla que exporta arte, sino de una isla que refleja, como un espejo de pura plata, vida artística.

Quizá por eso este Día Mundial del Arte se siente distinto bajo el cielo lanzaroteño. No es una efeméride, es una constatación. Aquí, el arte es un modo de habitar, no solo de mostrar. Es forma de resistencia, de identidad, de diálogo con la tierra. Una escultura olvidada en una casa de campo, un óleo desvaído en una salita de Arrecife, una pieza de cerámica agrietada por la sal: todo eso también es arte. No el que se premia. No el que se fotografía. Sino el que se queda.

Será que en Lanzarote, a veces, lo más valioso no es lo que se exhibe –quizás esto también merezca una crítica-, sino lo que permanece.

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Showing 2 comments
  • Marta Anton
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    Hola !! Ese cuadro es muy muy del estilo de los que pinta mi padre. Algunos vendió y otros regaló a lo largo de toda su vida. En casa conservamos muchos. No consigo ver la firma en la imagen. Abajo a la derecha, firma como M.Anton En casa nos encararía encantaría saber si es de él. Sería posible por favor saber si lo pintó él?

  • Marta Anton
    Responder

    Acabo de caer en que igual es una imagen de IA …pero podría ser perfectamente de mi perfectamente

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