Las elecciones según José
No se sí todos los tiempos lo son, pero este es “mal tiempo para votar”. Una de las novelas de nuestro vecino José, ‘Ensayo sobre la lucidez’ da comienzo con esas cuatro palabras puestas en boca de un presidente de mesa electoral que casi no llega a tiempo porque la lluvia arreciaba y anegaba, casi, todas las calles de la ciudad.
Lo político inunda, con total seguridad, todas las calles de la ciudad y por eso las caras de los carteles, a veces, nos parecen más ficción, más literatura que realidad. Una realidad que se difumina entre programas electorales, vídeos promocionales, corbatas, faldas y chaquetas, y sonrisas que buscan compañeros de crimen, días antes de que nos presentemos, como es nuestro deber, delante de las urnas.
José podría ser presidente de una mesa electoral, podría ser un ciego lúcido, podría ser el protagonista de su propia novela. Lo que jamás podría ser es un político de retaguardia, de esos que te dan la mano y con sus yemas intentan leerte las líneas de la palma, escudriñarte, deconstruirte para derribarte y arrimarte a sus filas. José ama demasiado al ser humano para ser eso. Quizá por ello, a modo de queja simbólica, formó parte de las listas del Partido Comunista Portugués en las elecciones europeas de 2004.
En marzo de ese año, la capital portuguesa recibió la diatriba de José contra la democracia tal como la conocemos. ‘Ensayo sobre la lucidez’ propone una hipótesis electoral en la que el punto de partida es un 83 % de votos en blanco. Un presente donde, si eso ocurriera, la derrotada acabaría siendo la democracia. En esa invectiva lisboeta en la que la novela fue presentada, José dijo:
“la democracia está bloqueada (…) es tan sólo un ejercicio formal. (…) Podemos quitar y poner gobiernos, pero no podemos derribar el verdadero poder: las estructuras económicas y financieras”, dijo. (…) Los gobiernos son comisarios políticos del poder económico y en el FMI o en la OMC no hay democracia”.
No es extraño que José tilde de lúcida la nívea decisión de no elegir. En ‘La caverna’ (año 2000) el contexto ponía a los protagonistas a correr dentro de una rueda inhumana movida por la mano sanguinaria de una tirana llamada economía. ‘Ensayo sobre la lucidez’ ahonda en esa idea, poniéndonos sobre la mesa, en papeletas que vienen en bandeja de plata, la posibilidad de derribar sin violencia el statu quo en el mundo capitalista.
Sí, José podría ser el protagonista de su novela. En su transcurso, el narrador nos da la mano a través de referencias a su propia existencia (“quien esta fábula viene narrando”), algo que, al mismo tiempo que se toca el papel reciclado de las páginas, nos logra hacer cómplices de que lo que se cuenta en el libro es posible si quisiéramos. No más “conmigo o contra mí”, no más dientes perlados y fotografías, no más operaciones artiméticas para embolsarse un sillón, no más esperanza en el montante electoral. No más fé.
En el libro, el ministro de justicia afirma que lo que han hecho los votantes es un “crimen de estado” guiado por fuerzas ajenas de cariz anarquista. Poniéndole un espejo a esa afirmación, ¿es un crimen de estado cualquier otro resultado electoral? ¿Es un crimen que ganen los azules? ¿Y los rojos? Jugando la carta del después, en casi todos los casos podemos decir que sí, que votar en sí mismo parece un crimen, pero no es una felonía perpetrada por el votante, sino un delito resultante del manejo del poder surgido de la democracia.
Los críticos rociaron a José con el insulto “demagogo”. Movilizar a la masa para que acabe desmovilizándose parece un imposible, pero José no defendía el voto en blanco. ‘Ensayo sobre la lucidez’ solo plantea, negro sobre blanco, una de de las infinitas variables que pueden inferirse de una votación, una crítica al orden mundial del, prepotentemente, autollamado primer mundo, un palo al gaznate de los paladines del poder del pueblo; y, sobre todo, un análisis desesperanzado del enemigo de la democracia: un nuevo politeísmo, regidor del escenario mundial, donde los nuevos dioses son los mercados.