Un centenar de coreógrafos piden un pacto de Estado para “evitar la destrucción” de la danza
Más de 100 coreógrafos y agentes culturales han reivindicado en una carta con motivo del Día Internacional de la Danza el próximo miércoles 29 de abril un “futuro viable” para la danza ante “los efectos catastróficos” de la pandemia de coronavirus, que podría conllevar su destrucción.
En la carta, firmada por nombres como los de María Pagés, Eva Yerbabuena u Olga Pericet, se recuerda que la danza en España es una comunidad de profesionales compuesta por más de 300.000 personas que realizan unas 155.000 representaciones públicas al año, de las que disfrutan cerca de 50 millones de espectadores y que genera un movimiento de capital de unos 1.000 millones de euros al año.
Los firmantes han solicitado a las instituciones un plan de acción para “salvar el tejido empresarial del sector de la danza, como parte esencial de la industria cultural de este país”. Además del Pacto de Estado, ponen sobre la mesa “reivindicaciones históricas” como la Ley de Mecenazgo y el Estatuto del Artista.
“Las empresas de danza y, en general, las de las artes escénicas, suscitan muy poco interés por parte del legislador porque él mismo es parte de una sociedad que por razones objetivas o subjetivas desconoce la realidad de la danza y de sus agentes o, directamente, no la considera”, han lamentado en la misiva.
Por ello, para “prevenir la destrucción de la danza como parte de la arquitectura cultural y simbólica” de España reclaman un calendario de trabajo compartido que “culmine en decisiones Imagen de una representación de un espectáculo de danza – PAD – Archivo Privacidad
28/4/2020 Un centenar de coreógrafos y agentes piden un pacto de Estado para “evitar la destrucción” de la danza para que los teatros públicos y privados “sigan vivos y los festivales “sigan programando en parques y plazas”.
“La tentación de enlatar la danza y encerrarla en las casas, como se hizo con el cine, sería letal para las artes vivas y también para la emoción estética. Todo ello en un sistema donde el mercado no regula la producción de la danza y en el que su estructura artesanal está continuamente condicionada por la estacionalidad y la intermitencia”, han concluido.